¡Uf! Qué difícil es ponerse delante de un folio en blanco, y rascar en mis recuerdos de la enfermedad de Sergio.
Me presento, soy Linda. Hace diez años era la pareja de Sergio y hoy presumo de poder contar con Sergio como aquella familia que se escoge.
Sergio hace tiempo me preguntó “¿por qué no escribes en mi blog? Así tal vez puedas ayudar a personas que estén pasando por una situación difícil”. La verdad no sé si mi relato puede ayudar, porque no soy un gran ejemplo… mirando atrás, creo que pude hacerlo mucho mejor. Tampoco pienso que en estas situaciones haya una manera más fácil de sobrellevarlo: se vive como cada uno puede; ninguna manera es más correcta que otra, incluso si sales corriendo ‘está bien’.
En mi caso, recuerdo una primera fase de negación absoluta. No podía creer lo que le estaba pasando a Sergio: solo tenía veinti-todos, deportista, asiduo al Gym, se cuidaba mucho (es un presumido), con padres médicos, el viernes anterior habíamos estado en la graduación de su MBA (presencial 100 % y entregando todos los trabajos) … no era el perfil de persona que yo pensaba que se ponía enfermo, y menos de una enfermedad que aún a día de hoy no sé ni pronunciar. Me sentí como en una película, pero no en aquella que yo había imaginado. No quería hacer muchas preguntas: mejor no saber y seguir sonriendo, animándole con cada avance, centrarme en distraerle sin pensar demasiado.
Supuso algunos cambios en mi vida: dejé mi trabajo (con más de 40 días de vacaciones al año), cambié de ciudad para poder estar en Barcelona junto a él, y comencé un master. Parece mentira pero la presión de estudiar conseguía abstraerme y me servía para coger fuerzas. Resultaba cómodo que en el Master nadie sabía lo que me estaba pasando. Mejor, así no hacían preguntas.
Una de las anécdotas más tristes fue su primera crisis. Se me ponen los pelos de punta cada vez que pienso en aquel día. La contaré por encima, porque como dijo Raúl en su post “hay momentos que prefiero que sigan siendo solo míos”. Por suerte no estaba sola: fue en pleno Paseo de Gracia, dentro de un coche, Mara, Curro, Sergio y yo, camino de Tarragona. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo se reacciona ante una crisis? ¿Cómo puedo ayudarte Sergio? ¿He hecho algo que la ha provocado? ¿Es culpa mía? Abracé a Sergio como pude, bien fuerte, pensando que así pasarían… Mara bajó del coche y pidió al taxi de delante que por favor nos guiara al Hospital Clínic: ni siquiera podíamos pensar como conducir aquellas cinco calles. Yo intentaba llamar a los padres de Sergio para avisarles, y me dijeran, como padres y como médicos, que podía hacer, pero no era capaz ni de desbloquear el móvil (ojalá hace 10 años hubiera habido I-phones con reconocimiento facial). Yo, como el móvil, me bloquee aunque finalmente llegamos al clínico y pudieron atenderle.
Sergio (una vez más) me lo puso fácil. Su actitud positiva (quizá forzada) hizo todo mucho más sencillo. Nos daba una lección cada día. Muchas veces era él quien me daba el empujón que necesitaba para continuar. GRACIAS. Siempre he creído que un porcentaje de su cura fue gracias a que intentábamos no venirnos abajo nunca y reírnos a pesar de estar rotos por dentro. Su padre siempre tenía preparado un buen vino en la bodega (así me acostumbré al buen vino), su madre una cerveza bien fresquita (el agua no cura), Sergio buscaba un buen restaurante (aunque tuviéramos que cortarle el filete), o una escapada aunque fuera a la pata coja… Sus padres nunca se cansaban de tirar de la cuerda. Son increíbles.
Como en la foto, fuimos las patas de una mesa. Sin cada una de ellas no hubiera sido posible sostenerse para ganar esta batalla. Fuimos un gran equipo, pero sobre todo Sergio que luchaba contra la enfermedad y también por intentar ponérnoslo más fácil a todos.
Además de dar las gracias a Sergio, a su familia, tengo mucho que agradecer a nuestros amigos. No se lo puse fácil. Me cerré en banda a hablar de lo que estaba pasando. No cogía el teléfono a nadie. Pero ellos ahí estaban, sin hacer preguntas: mis compañeras de piso me esperaban cuando llegaba a casa con un vino y un surtido de quesos. La madre de Mara con su tarta de queso y sus oraciones. Los ‘Xavi’s con paseos culturales por Barcelona. ‘Litos’ contándome sus ‘burcheos’. Zissa con su sopa de tomate y un abrazo. Claudia dejándome llorar, Carlos preparándome un buen desayuno. Mi familia respetando mi espacio y todos los amigos de Reus celebrando la Eurocopa acordándose de Sergio.
Me quedo con esta foto. Me quedo con los buenos recuerdos, con las risas, los viajes, las barbacoas. Claro que hay malas experiencias, tropiezos, pero sirven para valorar las pequeñas cosas. Yo creo que sí fuimos leones.
Linda Durán
Fotografía portada: