Estrenar la paternidad y enfrentarse a lo nunca esperado

padres primerizos1.jpg

Imagino que debe haber diferencia entre debutar como padres de un niño sin ningún tipo de dificultad, que hacerlo con uno que tiene alguna discapacidad. Todo lo que nos resulta nuevo como padres, es doblemente nuevo y más aún desconocido por la sola razón de no tener punto de comparación alguno. Y no me refiero a que nuestros hijos sean de otro planeta, pero en nuestro caso, el solo hecho de no preparar una mamadera/biberón para alimentar a Luján o no tener que cambiar un pañal sino una bolsita de colostomía, hacían que todo lo visto anteriormente no sirviera de mucho. Era todo nuevo y un tanto extraño.

A pesar de que todos se imaginarán que lo lógico es estrenar la paternidad con el nacimiento del primer hijo, en nuestro caso, siento que tuvimos tres ocasiones muy marcadas en ese debut, algo poco común para la gran mayoría de la gente. La primera vez fue ese día, con el shock del parto prematuro y la noticia de su grave estado de salud, con el corazón alegre y a su vez destrozado, teniendo esperanza, ilusión, desconcierto y miles de sentimientos encontrados que nos acompañaban en nuestro nuevo rol. Este tiempo duro dos meses y medio, donde visitábamos a Luján dos veces al día, solo podíamos tocarla a través de la incubadora y ya en el último tiempo nos permitieron sacarla y tenerla en brazos (eso fue recién al mes de nacida).

La segunda vez, sucedió con el traslado desde la Neonatología de Tucumán a la Terapia Intensiva Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires. Traíamos encima el cansancio y el estrés enorme de haber realizado un viaje de emergencia y nos informaron que del cuidado de Luján debíamos encargarnos nosotros sus padres y que los enfermeros solo le darían la medicación y nos asistirían. Pasamos de verla dos veces en el día muy bien puestita en su incubadora, a tener que aprender en menos de 24 hs. como cambiar la bolsa de colostomía, a alimentarla por el botón gástrico y a aspirar su saliva cada 15 minutos para que no se ahogara… Pienso que ese fue el verdadero debut. Lo recuerdo y mis pensamientos se cargan de sentimientos, no solo de imágenes. Sentimos temor. Pedimos que la enfermera la cuidara por media hora y nos cruzamos al bar del frente del hospital a tomar algo más que un café… nos cargamos de coraje, nos pusimos el equipo al hombro, aceptamos la nueva misión, nos encomendamos a Dios y volvimos con Luján. Los siguientes dos meses fueron muy duros y merecen otro capítulo.

Y, por último, lo que la mayoría vive a las 48 hs. de tener un bebé, nosotros lo vivimos a días de que nuestra hija cumpliera el quinto mes y que fue lograr el alta, que viera la luz del día y llevarla a casa. Antes de salir, recuerdo que pedimos que le pusieran los aritos que teníamos muy bien preparados, y recién así, muy felices, salimos a la calle. Nos sacamos una hermosa foto en la esquina con el hospital de fondo. Pasamos esa primera noche los tres juntos en el que era nuestro hogar en Buenos Aires y finalmente a las pocas semanas volvimos a Tucumán.

Quisiera volver al punto inicial. ¿cómo encaramos este nuevo desafío de ser padres primerizos con todas estas particularidades? Pienso que la clave está en aceptar y afrontar día a día cada nuevo desafío.

Y me detengo en la palabra ACEPTAR. «La mayoría de las ocasiones la resolución del problema se basa siempre en la aceptación de éste, es decir, en amar la situación y entonces ésta comenzará a resolverse mágicamente» dice Ignacio Huerta, un conferencista motivacional. Nosotros creemos que los planes de Dios son perfectos y que aceptarlos es el camino que nos conducirá a buen puerto, a pesar de que todo parezca un tanto caótico o ilógico… Es poder confiar, y aparecerá la ayuda divina siempre oportuna o la mágica solución como la llama Huerta.

Me toca a diario compartir con otros padres que tienen hijos con discapacidad. La gran mayoría los acompañan, abogan por su bienestar, aceptan la realidad y mejoran junto a sus hijos. Sin embargo, hay otros menos, que no pueden avanzar, que quedan detenidos en ese diagnóstico que no pueden aceptar y todo se vuelve caótico, tanto para el niño como para toda la familia. No todos somos iguales y por ende tampoco reaccionamos de igual modo, pero ratifico que el punto en común y determinante para lograr la armonía y la felicidad de una familia con un hijo con discapacidad es ACEPTAR y saber que tenemos un gran tesoro, con diferencias, como todos al fin y al cabo, pero con un gran potencial para desarrollar otras capacidades que nos sorprenderán día a día, nos emocionarán y nos darán el sabor a recompensa por todo el amor y el esfuerzo invertido en la tarea bien realizada (sólo la voluntad basta) para sabernos capaces de ser esos «padres diferentes y comunes» a la vez. Es dejar de lado el miedo a equivocarnos y animarnos a fallar, levantarnos, re direccionar y avanzar, y así miles de veces. Estoy segura que nuestros hijos nos van a agradecer tal acto de valentía.

salida del hospital

Para finalizar y viendo el título del post, pienso quizás que, de algún modo ante la discapacidad de un hijo, sea éste el primero o el último, todos nos sintamos en ese momento padres primerizos. Lo importante será abrazarnos a esa situación, amarla y aceptarla. Les aseguro que esa es y será la llave de la primera puerta que nos conducirá hacia una paternidad y una vida maravillosa.

Mariana Prado

Irene Maculé: Lo recuerdo como si fuese ayer

sister.jpg

Hola lectores/as de mimitadalcuadrado, soy la hermana pequeña de Sergio. Me ha pedido que escriba este post para “cerrar el círculo”, ya que todos se han animado a escribir, así que aquí estoy. 

Sabía que este momento llegaría y, a decir verdad, lo temía un poco, no porque no tenga ganas de escribirlo, sino porque no se muy bien cómo explicarlo ni por dónde empezar. Quizás porque lo viví de pequeña, todavía iba al colegio cuando todo pasó, y hay muchas cosas que no entendí en su momento.

Recuerdo como si fuese ayer cuando hicimos una escapada a la casa del pueblo, en Valencia, y un día al mediodía mientras comíamos en un restaurante, mis padres hablaban con Sergio sobre los primeros síntomas que tuvo (los cuales nadie imaginaba, ni de lejos, que iban a provocar lo que vino después). Comentaban que Sergio había perdido un poco de fuerza en la pierna derecha, parecía que era algo relacionado con la columna vertebral…no lo tenían nada claro así que iban a hacerle algunas pruebas al volver a Barcelona.

Al volver a Barcelona, una mañana en la que Sergio tenía que ir a trabajar y estaba vistiéndose, mi madre le preguntó por qué usaba para ponerse los zapatos la mano izquierda, y no la derecha. Sergio le respondió que le era más cómodo, que notaba un poco de “flojera” en la mano derecha. A partir de ahí, todo empeoró muy rápido. Ahora que tengo que parar a pensar en cómo lo vivi, me doy cuenta de que sólo recuerdo momentos, un poco borroso, pero los momentos que recuerdo, puedo revivir a la perfección cómo me sentí. Lo que explicó Raúl en su post, por ejemplo, ha sido algo que no pude olvidar por la frustración de no poder ayudar a Sergio de ninguna manera, y esa frustración la he tenido en muchas más ocasiones, por el hecho de ser la pequeña de la casa, que poco puede hacer o aportar, sólo mirar y preguntarse ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Cuando dejará “eso” que Sergio empiece a mejorar?

Como habréis leído en los otros posts del blog, Sergio estuvo muy mal, pero creo que sólo los más cercanos sabemos exactamente cómo de mal. Y, a pesar de lo duro que ha sido, sobretodo para él, me alegro infinitamente de verle feliz ahora y me alegra escuchar como gente que acaba de conocerle, a quienes les explicas por encima qué ocurrió, responden con un “¡Ah, pues apenas había notado nada!”. Y esto se debe, a parte de que la enfermedad por suerte paró, a todo el trabajo que Sergio ha hecho desde entonces, a todas las ganas y la fuerza que ha puesto en mejorar. Y por supuesto también, a mis padres y mi hermano, quienes estuvieron a su lado en todo momento buscando una solución para todo.

No me cansaré de repetir lo orgullosa que estoy de Sergio, de lo fuerte que es y de lo que ha conseguido. Cómo decíroslo…mi hermano es un superhéroe. 

Irene Maculé

Un nuevo punto de partida para conseguir recuperar tu vida

la soledad.jpg

Después de haber pasado por todas las fases de la enfermedad, enfrentándome a incertidumbres, esperas, miedos, tratamientos, etc. ya no era la misma persona. De alguna forma simulé seguir siéndolo y entiendo que hubo matices de mi forma de ser que no se borraron, lo que posiblemente hizo que desde fuera no se percibiera de manera tan exagerada. Lo más evidente fueron los cambios físicos, pero en el aspecto mental el impacto fue mayor.

De entrada, el objetivo apenas sin planteármelo fue volver a mi vida donde se detuvo. Si lo pienso ahora posiblemente fuera un iluso. Pero esa ilusión me llenó de fuerzas en mis primeros meses de recuperación para acelerar la rehabilitación en lo posible. Te dicen en estos casos que el primer año es clave y así me lo tomé. Mi auto exigencia con mi cuerpo y el deporte me impulsaron en este sentido. Ese primer año me focalicé en recuperar la movilidad de mi cuerpo e ignoré otros aspectos. Algo que a la larga me pasó factura. Y me refiero al gran reto de mi vuelta a la vida social siendo diferente. La esencia de Sergio seguía ahí, pero todo lo construido y asentado durante los últimos años se había derrumbado como una baraja de naipes.

Fue un proceso costoso porqué supuso un shock emocional muy fuerte y para personas que no son muy lanzadas y tampoco demasiado extrovertidas, cómo es mi caso, quiero creer que resulta aún más complejo. Desde ese nuevo punto de partida tienes que conseguir recuperar tu vida. Sin querer reconocerlo sabía que ya no iba a ser la misma, básicamente porqué yo no era el mismo. Durante el doloroso proceso de aceptar mis secuelas físicas y vivir con ellas, me tocó afrontar las relaciones con los demás en diferentes ámbitos. Puedo decir que tuve suerte porqué con respecto a mi familia y personas más allegadas prácticamente no se vieron afectadas. El tener ese círculo de gente cerca tan bien asentado me convirtieron en un verdadero afortunado. Distinto fue a la hora de retomar y normalizar el resto de vida social. A mí me resultó y  aun me sigue resultando más difícil de lo que esperaba. Y es que cómo os vengo repitiendo, es algo que actualmente aún me afecta. En menor medida y lo llevo mucho mejor porqué he aprendido a gestionarlo, pero os mentiría si os digo que no me genera sensaciones no agradables y tengo que poner mucho de mi parte para contrarrestarlas.

Ya estaba avisado incluso antes de enfrentarme a mis fobias sociales multiplicadas por todo lo que había pasado. Y es que otra de mis héroes, en este caso mis heroínas, Carmen R. J. también de la Clínica Guttmann me dio un consejo al respecto. “Acostúmbrate a decir si a todo lo que te propongan o te irán dejando de lado”. Tengo que reconocer que no lo cumplí ni de lejos y cuando lea esto, me regañará y con razón.

No sé si es lo normal o si hay un periodo estipulado pero lo cierto es que me aparté y me dediqué a vivir más en soledad. Es lo que me apetecía en el estado en el que me encontraba en aquel momento. Te haces tus ideas de lo que deben pensar los demás y realmente te ves como una carga. Tu falta de movilidad y fluidez en el habla funcionan como losas que te impiden actuar. Te bloqueas y tu automatismo es no animarte a hacer cosas con gente. Ya no te sale. El verte cada vez más sólo te deprime y entras en una espiral peligrosa. Sensaciones nada placenteras la verdad. El principal problema es vencer esa idea que me había forjado de cómo les encajaban a los demás mis imperfecciones.

¿Cómo se cambia esta tendencia?

Hace falta tiempo, cada persona el suyo y es algo a lo que te vas a seguir enfrentando siempre. Tienes que ser capaz de poner mucho de tu parte porque el verdadero y único problema lo tienes tú. Obviamente también necesitas ayuda, pero nos hemos de dejar. Así de entrada, me gustaría agradecer todo ese cúmulo de votos de confianza y de gestos de complicidad de gente que me lo ha puesto más fácil.

Hay muchos aspectos sobre los que trabajar y reflexionar que guiados por un especialista tienen más probabilidades de llegar a mejor puerto. Te tienen que hacer ver lo absurdo de tus razonamientos y cuestionar el grado de realidad en que se basan. Facilita mucho la tarea que lo haga alguien alejado de tu vida personal que lleva muchos años tratando casos cortados por el mismo patrón. Fue a partir de aquí donde conseguí empezar a entender ciertas cosas que intento grabarme a fuego o por lo menos tener muy presentes a la hora de decidir.

La gente escoge lo que hace cuando quiere y como quiere. Yo no les obligo a acompañarme, ni a preocuparse, ni a ayudarme en caso de que me haga falta. Lo hacen por qué me quieren, porque están a gusto conmigo. No significa que me tengan lástima, ni que lo hagan porque sino se sienten mal. Es importante que nos liberemos del peso de sentir que lo hacen por obligación o por que no les queda otra. Por eso precisamente es tan importante reforzarte desde dentro. Que quieran pasar tiempo contigo porque les aportas algo.

A mí me cuesta mucho pedir ayuda. Hasta que no puedo más intento hacerlo todo por mí mismo. Siempre he sido muy independiente. Hay que cambiar la creencia de que pedir ayuda es de débiles. Somos humanos y de vez en cuando necesitamos ayuda, cómo todos y en todos los ámbitos. Siempre he estado ahí para lo que me necesiten y sigo estándolo. Porque me deje ayudar un poco no pasa nada, no?

Al mismo tiempo me gustaría recalcar que lo que acabo de decir no significa que no intente espabilarme y ver que puedo hacer muchas cosas por mí mismo. En mi caso me reconforta. Es importante saber que puedo manejarme y que puedo darme la oportunidad de no pedir ayuda de entrada. Me lo he demostrado todos estos años viviendo solo, en una ciudad nueva, en la que todo para mi era un reto.

Y tampoco quiere decir que no me siga apeteciendo hacer cosas solo y declinar propuestas, simplemente porque no quiero. Lo esencial es ser el que maneja mi propia vida. Yo soy responsable y consciente de cómo y en qué invierto mi tiempo y sobretodo con quién. También me ocupo de mí en los momentos en los que me siento mal. Está claro que a la hora de interactuar con los demás o en soledad, no vamos a dejar de vivir emociones. Tanto buenas como malas, con las que es complicado muchas veces lidiar.

Esas cargas emocionales van a estar siempre ahí. Lo importante es tener las herramientas para que no sean un lastre. Al final es tan sencillo y tan complejo como aprender a vivir con ellas y eso implica un proceso de autoconocimiento y crecimiento personal. Sólo así conseguiremos llegar a estados de confianza que se irán acumulando y para así sacar fuerza de voluntad en los momentos complicados. Una de las sensaciones más placenteras es llegar a esos estados en los que te sientes ligero, con equilibrio interior y sin miedo a exponerte de nuevo.

No sé en qué medida estas palabras podrán hacer despertar algo a alguien que esté pasando por algo parecido. Si por un instante alguien se replantea que todo esto se puede llevar de una forma distinta y con una leve ilusión, me doy con un canto en los dientes.

Creo que estas reflexiones pueden ser importante también para la gente que por circunstancias de la vida les toca vivirlo de cerca porque lo está sufriendo una persona allegada o aquellos que por diferentes circunstancias se crucen en su camino.

Sergio Elucam

¿Sabes identificar las emociones en tu día a día? aprendemos como hacerlo de manera sencilla.

emociones¿Alguna vez os habéis hecho un lío con vuestras emociones? Pues eso mismo le ha sucedido al Monstruo de colores, que deberá aprender a poner en orden la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo y la calma. Con este magnífico cuento de Anna Llenas, pequeños y no tan pequeños podemos poner orden nuestras emociones. Este cuento quiere centrarse en el trabajo con los niños ya que las emociones representan el punto de partida de las distintas etapas de desarrollo de una persona a lo largo de toda su vida. Si desde pequeños toman contacto con sus emociones, como adultos tendrán más herramientas para gestionarlas en su día a día.maxresdefaultEn muchas ocasiones los adultos no sabemos gestionar nuestras emociones. De nuevo me he visto por momentos muy identificado con el protagonista del cuento. No he sido nunca una persona de mostrar demasiado mis emociones. Cuantas emociones que me incomodaban habré negado durante todos estos años en vez de identificarlas, afrontarlas y mostrarlas, seguramente hubiera sido mucho más útil.

Durante el proceso que pasé debería haber llorado y gritado más, las veces que me he desmoronado o sacado mi rabia delante de alguien, por lo que me estaba pasando, se contaron con los dedos de una mano. De eso me arrepiento. Es algo que se me quedó dentro y que luego me costó mucho más canalizar.

Posiblemente el miedo haya sido de las emociones más difíciles que he tenido que gestionar. Los meses en que ese “monstruo” crecía en mi cabeza, tenía la sensación de no saber a qué me enfrentaba. Era una incertidumbre que me desesperaba y no sabía cómo reaccionar. Nunca lo reconocí cómo miedo. Más adelante me hizo ser prudente en mi recuperación, pero me bloqueó en momentos en los que tenía que haberme  lanzado al vacío. Seguramente si hubiera compartido esa emoción antes con los que me rodeaban, lo hubiera afrontado de otra manera y no me hubiera causado tanta ansiedad.

En todo momento he intentado que mis estados de tristeza no sean destructivos. En ocasiones sin mucho éxito. Mi auto exigencia me ha jugado muchas malas pasadas. Mis diálogos internos eran por lo general bastante dañinos y eso afectó de lleno a mi autoestima. Pero mi color preferido es el azul y para mí no es triste. Siempre ha habido algo en mí que ha sido capaz de darle la vuelta a los pensamientos tristes y considerarlos cómo pasajeros.

Siempre se me ha caracterizado cómo alguien que aporta calma. No se lo digáis a nadie, pero en el fondo soy bastante nervioso. Quiero pensar que es porqué en los momentos más críticos he sabido relativizar siempre las cosas, intento transmitir energía positiva y mostrarme cercano.

Para mí la alegría ha sido siempre una cuestión de actitud. Mi preocupación ha sido que los que me rodean estén bien, he intentado generar un ambiente sano a mi alrededor, muchas veces simplemente con poner buena cara. Estos años lo que si he aprendido es a compartir mis alegrías con los demás.emociones1¿Es eso una buena gestión de las emociones?

Aprender a gestionar nuestras emociones de forma adecuada es esencial para nuestro bienestar personal, el equilibrio de nuestras relaciones con los demás y para afrontar todos los retos que se nos pongan por delante. Y el primer paso es saber identificarlas.niñaEn este enlace podéis descargar algunas actividades para trabajar de manera didáctica las emociones : http://www.annallenas.com/ilustracion-editorial/el-monstruo-de-colores-recursos-gratis.html#.WrAV25PwaV4

Sergio Elucam

 

¿Cómo perder el miedo a mirarte en el espejo?

espejito1.jpg

Una de las cosas más duras en mi día a día es mirarme al espejo y no gustarme. Lo natural con el paso del tiempo es verte con más kilos, menos pelo… esto va de otra cosa. Tu cuerpo cambia en otro sentido y enfrentarse a un espejo puede llegar a ser aterrador, en mi caso fue así.

El volverme a mirar en los espejos no ha sido un proceso fácil. Siempre he sido bastante cuidadoso con mi imagen, me ha gustado vestir actual, cuidarme e ir al gimnasio para estar bien físicamente pero sin embargo nunca me ha gustado verme en las fotos, siempre encontraba algo que no me gustaba. Los tratamientos me provocaron cambios. Después de la quimioterapia se me deshinchó la cara y me volvió a crecer el pelo. Pero me quedaron las secuelas de movilidad de las que he intentado rehabilitarme. Las que sé que no recuperaré.

Durante mucho tiempo no he dejado de compararme con los demás. He considerado a los otros cómo “normales” y me he llegado a sentir inferior o a no estar a la altura. He estado esperando que sean los demás los que me dieran la seguridad en mí mismo, que había terminado de perder por el camino.

No sólo ha sido necesario que pasara tiempo para que me acostumbrase a mi nuevo yo, sino que ha sido fundamental un trabajo de cuestionar mi imagen para aumentar mi autoestima. ¿La idea que tengo sobre mí mismo es real? ¿Cómo me veo en el espejo es cómo me ven los demás? Si algo he aprendido es a no dejar de buscar aspectos positivos en mí que no dejen de sumar. A conocerme más a mí mismo y ser consciente de mis virtudes y mis defectos que podrian ser como las de cualquiera. Me he llevado sorpresas al ser consciente de que la gente ve aspectos positivos en mí que yo no tenía en cuenta.

A día de hoy sigo teniendo algún episodio en el que, si me veo reflejado en un espejo, me sigue resultando difícil de digerir. Lo reconozco. ¿Quiere decir que no me he aceptado del todo? Posiblemente no. Es un ejercicio diario que probablemente tendré que hacer el resto de mi vida.

Sergio Elucam